Montag, 18. Mai 2020.
Una alternativa de entretención en época de confinamiento es dedicar tiempo a la lectura. Y qué mejor que leer y conocer un poco de literatura Alemana. La narrativa en prosa es una excelente oportunidad de ampliar nuestras fronteras. Leer novelas es un ejercicio intelectual único e inmejorable, permite conocer las costumbres y tradiciones de una comunidad en una época determinada. Generalmente los escritores plasman su visión de la sociedad mediante ficciones que recogen aspectos de la realidad. En estas líneas les contaré de tres grandes maestros de la literatura en lengua germana. Seguramente muchos los conocen por haberlos leído en su etapa escolar, pero una experiencia distinta es leer sin la presión de ser evaluados.
Johann Wolfgang Von Goethe (1749-1832)
Sin duda uno de los grandes de la literatura alemana y universal. Su prosa ha marcado a generaciones de lectores y escritores. Nace en Francfort, el 28 de agosto de 1749. Estudia derecho en Leipzig y Estrasburgo, sin concluir una carrera en sentido estricto, aunque al final acaba haciéndose abogado. Pero lo suyo no eran los códigos ni los gélidos tribunales, sino la prosa y el mundo de la cultura. El joven Goethe devoraba toda la literatura que tenía a su alcance, desde los mamotretos jurídicos que encontraba en la biblioteca paterna, continuando con “El Mesías”, de Klopstock, “La Isla Felsenburg”, de Schnabel, Voltaire, la Biblia y “Las Mil y Una Noches”.
Lee a Shakespeare por primera vez en Leipzig y continua en Estrasburgo, donde práctica junto a sus amigos un verdadero culto al dramaturgo Inglés. Shakespeare, se convierte para él en símbolo de un nuevo poetizar y pensar.
Es considerado ya un clásico en su propio tiempo. Escribió poemas, ensayos, obras de teatro, recuentos de viajes y novelas en las que el lector contemporáneo puede mirarse como en un espejo.
Entre sus obras más renombradas destaco las siguientes:
“Götz de Berlichingen”, con la que alcanza fama en Alemania, “Las Desventuras del Joven Werther”, “Fausto”, drama canónico de la época moderna, “Poesía y Verdad”, sin duda la autobiografía más importante de la vieja Europa, tras las Confesiones de Agustín y las de Jean-Jacques Rousseau y “Los Años de Aprendizaje de Wilhelm Meister”.
De estas obras sugiero leer “Las Desventuras del Joven Werther”. Esta novela es una de sus obras más populares. La comienza a escribir en febrero de 1774, sin una concepción cincelada ni borradores. Escribe de un tirón, y sin duda todo está dispuesto con buen orden en su cabeza. Tres meses después, la obra esta terminada. Werther tiene algo del Quijote, la novela clásica sobre el poder de la literatura. Ciertamente, Werther no lucha contra molinos de viento, aunque, con sus fuertes impresiones provocadas por la lectura, tropieza contra la imposibilidad de su amor. La novela es realista porque describe con exactitud no sólo un carácter, sino también las circunstancias culturales y literarias que lo han formado. Werther es un personaje literario en un doble sentido. Es en primer lugar una figura de novela y en segundo lugar, como figura, un carácter formado mediante la literatura. Werther es el producto de lo que ha leído. Es una figura sensible de la escuela del siglo manchado de tinta, según lo caracterizó Schiller. La novela aborda el poder de las modas literarias, pero ella misma se convirtió en moda e intervino en la vida de los coetáneos que empezaron a orientar su pensamiento y su manera de sentir según Werther. Los suicidios provocados por el afán de imitación son un mero rumor, que se mantiene desde la aparición del libro. Goethe se refiere a ellos en su autobiografía: “Me sentía aliviado y clarificado por haber transformado la realidad en poesía, pero mis amigos me confundían por cuanto creían tener que transformar la poesía en realidad, reproducir esa novela y en todo caso suicidarse.” El filósofo Christian Garve había dicho lo necesario sobre tales rumores ya en 1775: “Es difícil ser seducido para el suicidio”.
El éxito de Werther entre el público lector de la Alemania de la época fue sobrecogedor. Fue traducido inmediatamente a varias lenguas europeas. Ya en el primer año se hicieron en Alemania siete ediciones. Hubo un aluvión de escritos en contra y de parodias. La novela se leyó por algunos, como una defensa del suicidio, cosa que puso en pie de guerra a la iglesia y a otros protectores oficiales de la moral. En Leipzig, por instigación de la Facultad de Teología de la universidad, se prohibió la venta del libro, lo cual representó un nuevo acicate para la curiosidad general. La novela hizo época como ninguna obra de la literatura antes de ella.
Es una de las novelas imperdibles de Goethe. La recomiendo por su simpleza y belleza narrativa. Además, no demanda un gran número de páginas y es fácil de encontrar.
Thomas Mann (1875-1955)
Nace en Lubeck en 1875, fue el segundo hijo del matrimonio formado por un padre mercader y Senador de la Ciudad Libre y una madre nacida en Río de Janeiro. Tras la muerte del padre, se traslada con su madre a Múnich, capital de la vida artística y cultural del Reich. Su formación literaria fue autodidacta. Recibe la influencia de Goethe, Schiller, Schopenhauer, Nietzche, Tolstói y Wagner.
Concitó tanta admiración durante su vida que, después de 1929, cuando obtuvo el Premio Nobel de Literatura, (a la edad de 55 años) era un lugar común decir que se estaba frente al escritor más grande del siglo o ante el autor alemán más importante de todos los tiempos, con la sola excepción de Goethe. Sus obras adquieren el estatus de clásicos, tanto dentro como fuera de Alemania.
Publica todas sus obras en la editorial S. Fischer, de Berlín.
La aparición de sus diarios, a partir de 1979, causa un verdadero furor en los círculos intelectuales alemanes, que pronto se traspasó a Estados Unidos, donde en fechas recientes, se han publicado no menos de cinco biografías literarias del autor germano, lo que ha contribuido a incentivar el interés en su obra y en su vida.
Este escritor comenzó siendo un nacionalista conservador durante la Primera Guerra Mundial y se transformó luego en ardiente defensor de la República Socialista de Weimar e implacable enemigo de los Nacionalsocialistas. Después de 1945, planteo una postura crítica de la democracia y de la cultura occidental.
En el año 1936 es despojado de la nacionalidad alemana.
Posteriormente abandona Europa y emigra a Estados Unidos, donde se instala en Princeton, donde imparte clases sobre el Fausto de Goethe.
El 25 de enero de 1947 el profesor F. Oertel, decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Bonn, le restituye su diploma de doctor honoris causa del que había sido despojado en 1936.
Su amigo Hermann Hesse, dijo de él cuando murió: “Querido amigo y gran compañero, maestro de la prosa alemana, hombre muy mal conocido, a pesar de todos los honores y de todos los éxitos. El corazón, la fidelidad, la responsabilidad y la capacidad amorosa que se escondían dentro de su ironía y de su virtuosismo, y que durante decenios el gran público alemán no comprendió, eso es lo que mantendrá vivos su obra y su recuerdo, mucho más allá de nuestra confusa época”. Cuánta razón tenía Hermann Hesse, hoy la figura de Thomas Mann, se acrecienta y sus obras vuelven a ser leídas con fervor.
Fallece en el Hospital Cantonal de la ciudad de Zúrich, en 1955.
Sus obras a destacar son: “La Montaña Mágica”, “Los Buddenbrook”, “Tonio Kröger”, “Confesiones del estafador Félix Krull”, “Muerte en Venecia”, “Tristán” y “Carlota en Weimar”, entre otras.
De estas, recomiendo “La Montaña Mágica”, su obra mayor. Debe leerse con tiempo y con esmero. Es un desafío único que encantará a quienes gusten de filosofar y comprender el comportamiento de la mente humana. Ahora, si queremos conocer la sociedad alemana y sus costumbres, la obra a leer es “Los Buddenbrook”. Esta es la historia de la decadencia de una familia de grandes comerciantes, en la que el autor refleja la vida de su propia familia. Esta novela tuvo un éxito arrollador en toda Alemania e hizo salir a su autor del semianonimato en que hasta entonces había vivido y lo convirtió, a sus veintiséis años, en el escritor de quien todo el mundo hablaba. Esto lo introdujo en los salones de Múnich y, en general, en la vida de la alta sociedad muniquesa.
Günter Grass (1927-2015)
Autor polígrafo (escritor que trata sobre materias diferentes), novelista, ensayista, dramaturgo y poeta. También artista plástico, formado como tal en su juventud y siempre dedicado al dibujo y la escultura.
Se le considera el máximo narrador de la literatura alemana de la segunda mitad del siglo XX.
Ex combatiente de la Segunda Guerra Mundial, con esquirlas en el cuerpo, socialdemócrata, que en los años sesenta le escribía discursos al Canciller de Alemania, su camarada Willy Brandt y que en 2012 fue declarado persona non grata por un mandatario Israelí, a raíz del poema “Lo que hay que decir”. (Al igual que nuestro escritor Jorge Edwards, por el gobierno cubano de Fidel Castro).
En el año 2006, en uno de los tomos de su saga autobiográfica (titulada “Pelando la Cebolla”), el mismo confiesa su juvenil adhesión al régimen Nazi, generando así una ola de repudio. Un repudio comprensible si tenemos presente que Grass es todo un emblema de la elaboración crítica del pasado alemán. Se le considera la “conciencia alemana”.
Célebre por sus novelas extensas, sus agotadores viajes, sus provocativos discursos y, sobre todo, por su corrosivo humor, elementos todos, que parecen provenir de una desmesurada voluntad de vivir, de un deseo voraz de perpetuarse y propagarse.
En las dos o tres últimas décadas, hizo todo lo posible para transformarse en la conciencia pública de su país y hasta de Europa, sin quedar exento, por ende, de difamaciones, acusaciones y denuncias.
Es celebrado como narrador de largo aliento y como ensayista crítico. Su primera novela “el Tambor de Hojalata”, 1959, que se alargó en otras dos magistrales narraciones: “El Gato y el Ratón”(1961) y “Años de Perro” (1963), constituyendo así una saga que a la larga quedó definida como la “trilogía de Dánzig”, por su emplazamiento en dicha ciudad (hoy territorio polaco). Ese hito lo catapulta como el máximo novelista de la generación de posguerra.
En sus narraciones se refleja en clave alegórica o simbólica más que realista, el mundo natural.Lo suyo es la sátira, lo grotesco, la crítica mediante espejos deformantes de la alegoría, el mito y la caricatura. Entre sus escritores favoritos se cuentan “Rabelais” y “Sterne”.
Grass se refiere a su pasado, en su libro “Pelando la Cebolla”: “Al fin y al cabo, fui de las Juventudes Hitlerianas y joven Nazi. Creyente hasta el fin. No precisamente con fanatismo al principio, pero sí con mirada inconmovible, como un reflejo, en la bandera, de la que se decía que era “más que la muerte”, permanecí en filas, experto en llevar el paso. Ninguna duda afectaba a mi fe, no hay nada subversivo, por ejemplo, la distribución de octavillas, que pudiera disculparme. Ningún chiste sobre Göring me hacía sospechoso. Más bien veía a la patria amenazada, al estar rodeada de enemigos. Para disculpar al joven y, por tanto, a mí, no se puede decir siquiera, ¡Es que nos sedujeron Ị. No, nos dejamos seducir”.
De sus obras debe leerse el “Tambor de Hojalata”. Novela monumental, compleja, para los que gustan de desafíos intelectuales mayores. En ella aparece el niño monstruo, el cuerpo detenido del que se niega a crecer. Oscar Matzerath, voz vítrea, rodeado de personajes estrafalarios, escenas sexuales y oscuras, que de tan delirantes resultan poderosamente realistas. El niño y su tambor, como un miembro más de su cuerpo, fetiche ruidoso y revelador, que se niega a desarrollarse a los tres años como método de resistencia.
Si no estamos dispuestos a emprender tan magna aventura leyendo el “Tambor de Hojalata”, recomiendo sin dudar, una novela corta titulada “A paso de Cangrejo”. Relata el hundimiento por un submarino ruso del buque germano “Wilhelm Gustloff” en 1945. En esta acción bélica mueren un gran número de civiles alemanes que escapaban del avance soviético. Es una novela fascinante basada en un hecho real que sucede al término de la segunda Guerra Mundial y que habla del sin sentido de la guerra.
Guillermo González Pino
Voluntario Honorario 15.DFK