El día en que todo el pueblo alemán está de duelo

Sonntag, 13. November 2016.  Las guerras, sean grandes o pequeñas, dejan en el cuerpo de la sociedad heridas imborrables. Hacerlas presentes, conmemorarlas, es una forma de alivio, a la vez que reconocimiento de lo que somos –de lo que hemos sido capaces de hacer: matar al hermano- para, acaso, no volverlo a repetir. Así sucedió en Alemania tras la Primera Guerra Mundial, primer origen del Volkstrauertag.

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Una vez concluida la primera gran guerra del terrible siglo XX, la asociación alemana encargada de dar sepultura a los muertos en el conflicto bélico propuso establecer un día de duelo nacional en recuerdo de los soldados alemanes caídos. Tres años después de esa petición (en 1922) se celebró en el Reichstag una ceremonia que guardó memoria de todas las víctimas. Para 1926 se estableció por ley que dicha fecha se fijara el quinto domingo antes de la Pascua (el domingo reminiscere como se le conoce en el calendario católico).
Es así que la primera celebración oficial en recuerdo de los muertos durante la guerra se celebró el 28 de febrero de 1926: “es de desear que esta ceremonia cave hondo en el corazón de todo el pueblo alemán y se celebre de forma estable, sin necesidad de muchos discursos ni himnos…”. Así se expresaba el diario “Cellesche Zeitung” un día antes sobre dicha fecha. Vino más tarde la efímera República de Weimar y por distintos motivos (religiosos y legales), pero, en particular, sujeta como estaba la misma República a la inestabilidad política, fue incapaz de continuar con esta incipiente tradición. Llegó la noche y por ella entendemos una de las etapas históricas más terribles de Alemania -junto con sus absurdos múltiples.
Con el ascenso del partido nacionalsocialista al poder el Volkstrauertag se recuperó, pero bajo otro nombre: Heldengedenktag. Con esta nuevo título el régimen nazi hacía a un lado a “todos los caídos en la guerra”, para honrar solamente la memoria de los “heroicos militares alemanes”, léase, miembros de la Wehrmacht y del partido nazi.
La ceremonia luctuosa pasó a ser una oportunidad de entronización de las fuerzas armadas nacionalsocialistas, al punto de que llegaron a coincidir ésta fecha con el día que se celebraba la reunificación de la Wehrmacht, acaecida en 1935. El entonces “día de los héroes alemanes” se siguió celebrando de forma oficial hasta 1945.
Después de la Segunda Gran Guerra.
El régimen nazi fue derrotado –no sin incontables víctimas, millones, en todos los bandos: ninguna guerra distingue entre buenos y malos- y sucedió que en 1948 a las fuerzas de ocupación les pareció oportuno recuperar dicha fecha en su forma y sentido original. A ambas fuerzas de ocupación -del bando occidental y oriental- se les ocurrió la misma idea.
Es así que tras la división de Alemania en dos Estados, la RFA y la RDA, el Volkstrauertag se celebró por partida doble y en memoria de víctimas diferentes. Para el gobierno de la RDA en esa fecha se recordaba a “las víctimas del terror fascista y a las víctimas de los que lucharon contra el facismo y el imperialismo”. En Bonn, por el contrario, el Volkstrauertag tenía el sentido de guardar memoria de “todas las víctimas de la guerra” y se celebró de forma oficial apenas iniciado 1950.
Para tomar distancia de la instrumentalización que el régimen nazi había hecho de dicha fecha se decidió conmemorar a los caídos al final del calendario religioso cristiano y no ya previo a las celebraciones de Pascua. Es así que -en la entonces RFA y luego también en la Alemania unificada- desde 1952 el “Día de Duelo nacional en recuerdo de las víctimas de las guerras y los regímenes totalitarios” se celebra el penúltimo domingo antes de que inicie el Adviento.
Fue así, como el pasado domingo 13 de noviembre, una delegación de nuestra Compañía se dio cita –como cada año- en la Iglesia luterana El Redentor, ubicada en calle Lota, para acompañar a los representantes del gobierno alemán y miembros de la comunidad alemana residente en Santiago.

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Durante la ceremonia, tanto el obispo Siegfried Sander como el pastor Johannes Merkel, quienes dirigieron conjuntamente esta misa ecuménica con la presencia del sacerdote católico Erich Hauck, subrayaron que en muchas partes del mundo la paz estaría en peligro. Las imágenes de Mosul y Alepo aclaran que en nuestros tiempos la paz no sería una obviedad.

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En representación del Embajador Schulze se dirigió a la comunidad el Coronel Gregor Engels. Usando como ejemplo la guerra de trincheras en Verdún en 1916 -la cual duró 300 días y en la que 300 mil soldados alemanes y franceses encontraron la muerte- enfatizó no solo la crueldad y sinsentido de las guerras, sino también que a través de una ambición sin igual los antiguos adversarios bélicos habrían mostrado que la reconciliación podría sustentarse en el tiempo. Como hijo de padres cuyas historias de vida están marcadas en la Segunda Guerra Mundial a través de la participación como piloto y la experiencia de la huida, apeló a la responsabilidad de cada uno de transmitir a los descendientes la paz como un bien muy preciado, el cual debe ser protegido también a través de esfuerzos de cualquier tipo en el entorno personal inmediato y en la vida diaria. Luego de la misa, el Sargento Primero de la Fuerza Aérea de Chile, Mario Toro, entonó en su trompeta la canción «Ich hatte einen Kameraden» («Yo tenía un camarada»), lo que fue seguido por la colocación solemne de la corona del Embajador y de nuestra Compañía.

Fuente: Centro alemán de información

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