…hasta entregar la vida si es necesario

La velocidad y voracidad con que se vive la vida en nuestros tiempos, contrasta con las vivencias más cancinas que tuvieron nuestros antepasados en épocas en que los mínimos logros eran valorados, ya sea por que mejoraban en su calidad, o porque eran agentes novedosos que nacían para satisfacer necesidades descubiertas.

La entrega máxima que un ser humano puede hacer por sus semejantes es, sin duda, dar su propia vida en virtud de privilegiar las vidas de otros o por la salvación de bienes de aquellos a los que ni siquiera conoce. La decisión de arriesgar la integridad física propia para salvaguardar la de un tercero es un acto difícil de descifrar. Quien lo realizan tiene una  motivación  tan íntima que la hace salir de la lógica del entendimiento humano.  Pero se hace, y el Cuerpo de Bomberos de Santiago es el ejemplo viviente de cómo esa pasión se concreta día a día en el servicio que entregan a la sociedad.

La extinción de una preciosa vida no es un hecho lejano para quienes conforman ésta legión. Hasta el día de hoy, 43 hombres han entregado su alma en post del servicio.  Algunos han partido con mayor reconocimiento que otros, pero en general ese gesto mínimo de las personas de agradecer lo hecho en favor de ellos mismos ha ido desapareciendo con el tiempo.  ¿Estamos en presencia de una sociedad enferma de la indiferencia?. La respuesta a esa interrogante no es fácil de dilucidar. ¿Quiénes son los responsables de esta frialdad? ¿Quiénes son los llamados a enaltecer las actitudes heroicas, resaltándolas por sobre la banalidad del diario vivir?.

Para los integrantes de esta asociación voluntaria es doloroso ser testigos de tanta ligereza al momento de ver como se establecen las prioridades. Hasta los medios de prensa han decaído grotescamente en los últimos años al momento de comunicar lo que la sociedad quiere y tiene derecho de saber. Lo superfluo domina por sobre lo conciso y la chabacanería se ha impuesto por sobre la elegancia. Entonces, sólo queda ser lo suficientemente fuertes para enfrentar la actitud fría e indiferente de aquel que se monta sobre la bocina de su automóvil cuando la impaciencia por llegar a ver su programa de farándula le impide tener el mínimo de respeto ante el paso del féretro de un mártir de Bomberos, escoltado por cientos de camaradas hasta su último destino.

Martirologio de Adolfo Ossa

Por estos días, la Bomba Mapocho rememora la trágica muerte de su primer mártir,  Adolfo Ossa de la Fuente, muerto trágicamente durante el combate de un incendio el día 03 de septiembre de 1876. Obviamente, entre los bomberos se genera una sensación especial al recordar la entrega de ese joven que apenas se empinaba por sobre los 20 años de edad. La noticia de su deceso caló profundamente en la conciencia capitalina de la época y quedó plasmada en las sentidas palabras aparecidas en el diario El Ferrocarril del día 05 del mismo mes. A continuación se reproducen algunos extractos de la extensa nota aparecida:

“A las nueve de la noche del domingo, la campana del Cuartel General dio la voz de alarma. El fuego se había declarado en la calle Vieja de San Diego esquina de la calle Carrascal (actualmente San Diego y Eleuterio Ramírez), propiedad de don Santiago Arredondo. Bomberos, con la presteza que los honra llegan al lugar, pero el fuego había tomado ya un incremento considerable y se hacía casi imposible controlarlo. Sin embargo, armaron su material y empezaron, con ese ardor que los distingue, una lucha tenaz con el terrible elemento, a pesar de la escasez de agua en las acequias.

“Después de dos horas y media de arduo trabajo, las casas vecinas estaban fuera de peligro. Sólo la del señor Arredondo y de las señoras Rodríguez habían sido consumidas por el fuego (…) Como a las 11:30 y cuando los bomberos se ocupaban de apagar los escombros se oyeron gritos de ¡socorro! ¡socorro!; al mismo tiempo se supo que se había desplomado una muralla, sepultando a 4 voluntarios de la Primera que mantenían un pitón dentro de la casa y a unos 5 o 6 metros de la calle (…) De todos los labios se escapó una frase de sentimiento y en todos los semblantes se pintó la más dolorosa emoción. Se ordenó inmediatamente tocar alto (sic) y una gran parte de los bomberos de lanzó al sitio donde se anunciaba que había tenido lugar tan doloroso acontecimiento. El Comandante Carlos Rogers G. (5ª compañía), el 2º Comandante Arturo Claro Correa (6ª compañía) y algunos miembros de las diferentes compañías iniciaron la actividad febril a remover escombros.

“A los tres minutos de trabajo se oyó un grito de general alegría, se había extraído casi asfixiado al joven voluntario Juan de Dios Prieto, el cual fue llevado a casa del Sr. Gacitúa, en donde se le prodigó toda clase de cuidados. Pocos minutos después era trasladado a otra casa vecina el joven José Luis Claro Solar que con algunas lesiones había sido encontrado entre los escombros. Igual cosa se hacía con Álvaro Besa.

“Se siguen removiendo escombros…y encuentran al joven don Adolfo Ossa debajo de unos trozos de muralla, con la cara descubierta pero ennegrecida por barro y humo. Como aún respiraba se le dio agua con cognac. El cuerpo de Ossa es trasladado a la casa de don José María Avaria, frente al edificio incendiado. Los médicos le sangraron e hicieron frotaciones porque aun se esperaba que volviera a la vida. Cuando se le descubrió hasta el estómago, llegaron los doctores señores Sandalio Letelier y Ramón Ortiz Cerda, quienes lo examinaron y declararon que había muerto.

“Entonces, que horrible cuadro! Un grito unánime de dolor se escapó de la concurrencia. Muchas cabezas se inclinaron sobre el pecho y más de una lágrima se desprendió de muchos ojos. Los jóvenes voluntarios de la Primera Compañía de Bombas, casi locos de dolor se agruparon en torno al compañero que en la plenitud de la vida y cuando las esperanzas y las ilusiones pasaban ante sus ojos  en riquísima confusión, había caído sereno y alegre, cumpliendo con el más hermoso de los deberes (…) El cadáver permaneció allí hasta la 1:30 am. del día 4, hora en que fue llevado en un carruaje a casa de su padre. A las 2:30 am., todas las bombas, excepto la 2ª Compañía de Hachas, se habían retirado a sus respectivos cuarteles.

 “Antes que el fuego salvara el recinto de la tienda del señor Molinos (sic), algunas personas que se encontraban cerca se alarmaron y huyeron despavoridas, creyendo que había estallado una revolución. En ella se guardaba gran cantidad de cápsulas de revólver que con el fuego se inflamaron y produjeron un ruido infernal. Las paredes quedaron tapizadas con balas. Durante el incendio los señores Uldaricio Prado y el Comandante del 2º de Línea Eleuterio Ramírez, con una exquisita galantería, pusieron a disposición del Cuerpo toda clase de refrescos y fiambres.

“El Teatro Municipal y el de Variedades funcionaban el domingo cuando se tocó a fuego (…) Muchas personas abandonaron sus asientos y se dirigieron al lugar del incendio, entre éstos se contaba al joven Adolfo Ossa (…)

“Anoche en el tren de las diez y media llegaron a la Estación Central las comisiones de la 1ª, 2ª, 3ª y 4ª compañías de Bomberos y Guardias de Propiedad de Valparaíso, para asistir a los funerales del malogrado joven (…) El Directorio del Cuerpo de Bomberos se reunió ayer  y acordó: 1º. Que se citará a todas las compañías para ir al Cementerio hoy a las siete y cuarto de la mañana y que concurrirá el Directorio en cuerpo. 2º. Que el señor don Domingo Arteaga Alemparte, Director de la 5ª, de Bomberos use mañana de la palabra a nombre del Directorio. 3º. Que la campana del Cuartel General toque hoy cada cinco minutos desde las 8 hasta las 11 am. 4º. Que se coloque un retrato del voluntario Adolfo Ossa en el Salón de Sesiones del directorio.

“El intendente de Santiago en carta enviada al Comandante del Cuerpo de Bomberos de Santiago, expresa: “Habiendo fallecido en el incendio ocurrido anoche el señor Adolfo Ossa, voluntario de la Primera Compañía de Bomberos mientras prestaba sus servicios y siendo de estricta justicia que la ciudad dé una muestra de duelo por esta irreparable desgracia sobrevenida a tan distinguido miembro de nuestra sociedad y de la Asociación de Bomberos, la más filantrópica institución con que cuenta la capital, he venido en acordar y decreto: Nómbrese una comisión de municipales que será presidida por el infrascrito y compuesta de los señores Alcalde don Eusebio Lillo, Regidores Domingo Fernández Concha, Alejandro Fierro, José Tocornal y Ramón Santelices, a fin de que a nombre de la ciudad de Santiago acompañen al cementerio los restos del malogrado joven don Adolfo Ossa, formando parte del cortejo fúnebre. Servirá de escolta a la Comisión, un piquete de 100 hombres de caballería de la Guardia Municipal y la banda de música, a cargo del mayor de la policía José Echeverría, quienes se hallarán a las 8 am. en la puerta del palacio de la Intendencia. Invítese a la Municipalidad de Santiago a concurrir a los funerales y ofíciese al Comandante de Policía y anótese. Osvaldo Rodríguez, Secretario”.

Finaliza así el extracto del extenso artículo aparecido dos días después de la muerte de Adolfo Ossa. En él se pueden apreciar los más peculiares detalles que dan cuenta de las costumbres de la sociedad y, en especial, de la forma en que los bomberos santiaguinos enfrentaban los incendios. Así también es posible apreciar la reacción de gran dolor ante la muerte de un compañero. La riqueza del relato es emocionante y permite que el lector se empape de las sensaciones que brotan de tan sensible momento. También queda de manifiesto el profundo conocimiento de la terminología correcta para relatar un incidente como el expuesto. Es evidente la cercanía que tiene el redactor con la jerarquía del CBS, toda vez que informa claramente cuales son las acciones resueltas y los procedimientos a seguir.

Hoy en día es prácticamente imposible encontrar un relato de este tipo en los medios nacionales. Sólo en casos puntuales, registrados especialmente en ciudades mucho más pequeñas que las grandes capitales regionales, se puede palpar algo de esa estrecha relación que existía entre los bomberos locales y el resto de la comunidad.

Sabemos que el trabajo de Bomberos es anónimo y que no buscan el reconocimiento público. Eso es enteramente aplicable al trabajo mismo, pero no es grato ver la misma indiferencia cuando uno de sus integrantes muere cumpliendo con su juramento de servicio. Un mínimo de gratitud es deseable. Ya lo decía el Intendente de la época: “…es de estricta justicia que la ciudad dé una muestra de duelo…”.

Son los mismos integrantes de esta Asociación contra Incendios los encargados de velar por el recuerdo de quienes les antecedieron. Mártires, fundadores y hombres ilustres son olvidados con frecuencia por lo que es labor de sus sucesores no permitir que su pasión y su ejemplo de vida se empolven olvidados en algún rincón.

Desde las filas de la 15.DFK saludamos a nuestros camaradas de la primera compañía, especialmente en estos días en que rememoran los 132 años del martirologio de Adolfo Ossa.

Ehre und Ruhm an die Feuerwehrmärtyrernen !

Texto y foto 1:
Álex Valdés A.
Feuerwehrmann
15.DFK Stadt Santiago

Foto 2:
laprimera.cl

 

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