Manejo de pobladores durante incendios.

¡Los bomberos se demoraron tanto en llegar!

La archiconocida frase y el relato de los primeros minutos de un siniestro son siempre iguales cada vez que estalla un incendio, especialmente si el siniestro afecta casas en alguna población. Responder con prontitud y con un alto grado de efectividad a esas emergencias son puntos relevantes en los esquemas de respuesta de Bomberos de Chile.

Las agresiones al personal de bomberos son también una de las grandes preocupaciones que tiene la Institución al momento del despacho de unidades, especialmente cuando se sabe con antelación que el teatro de operaciones es una zona conflictiva. Los ataques se producen tanto al arribo al lugar de la emergencia, como durante el combate del fuego. Por lo general, las agresiones son cometidas por los vecinos del sector y no por los habitantes de los inmuebles afectados.

Pero los golpes están ahí y saltan las interrogantes ¿cómo es posible que se agreda a quienes lo único que quieren es contener un fuego y evitar que su avance destruya vidas y bienes? ¿Quién puede justificar el ataque a servidores públicos, quienes con riesgo de sus vidas llegan para socorrer a los demás?

Actualmente está vigente la ley n° 19.830 que protege el accionar de los efectivos de bomberos entregando las herramientas a la justicia para poder actuar en contra de los agresores. La ley es el respaldo legal para ser aplicada en tribunales, pero en terreno, en las calles y poblaciones, ¿cómo conviven los bomberos con la agresiva realidad del poblador enardecido?, ese poblador que ve como su casa es devorada por las llamas o aquel otro ciudadano, el que colabora como supuesto buen vecino y no hace más que estorbar el trabajo de Bomberos.

Pobladores del campamento Las Turbinas, en Lo Espejo, lanzan agua sin pitón tras arrebatar una línea de agua.

Claramente no se pueden dar pautas ni existe una guía de respuesta para tales situaciones. 15.cl entrevistó a dos capitanes de amplia experiencia, quienes lideran compañías ubicadas en zonas complejas de la capital, y fueron ellos quienes pudieron entregar algunos secretos para el manejo de muchedumbres. El capitán Jorge González Jeria está al mando de la Sexta compañía, Bomba Suecia, del Cuerpo de Bomberos de Conchalí, unidad inserta en el corazón de la población La Pincoya, en Huechuraba, y el capitán Cristián Saldías Bustos, líder de mando en la Quinta compañía, Bomba San Joaquín, del Cuerpo de Bomberos Metropolitano Sur, en la población La Legua, comuna de San Joaquín.

Compañías distantes, realidades similares.

La presencia de los pobladores es inevitable y también necesaria. Como primera consideración se debe valorar la ayuda que entrega el vecindario durante los primeros minutos de un incendio. Son ellos mismos los que valerosamente rescatan a los que están encerrados o atrapados por las llamas. Del mismo modo, serán los salvadores de muebles, ropas y enseres en las casas afectadas. Ambas acciones están ligadas estrechamente con la máxima de Bomberos: salvar vidas y bienes. Las acciones violentas tras la llegada del personal de emergencia son las que deben ser erradicadas y para ello es necesario que los efectivos actúen con la mayor prudencia y tino, evitando entrar en la dinámica del enfrentamiento, no emitiendo frases que son típicas del lenguaje bomberil pero que serán mal recibidas, o riéndose en un momento inoportuno, aunque sea por algo ajeno a lo que ocurre.

Pobladores sacan muebles desde mediaguas afectadas por un voraz incendio en Lo Barnechea.

Ante el dilema de cómo enfrentar las actitudes temerarias y agresivas de los pobladores, hay coincidencia entre los oficiales: Ambos concuerdan en que lo peor es intentar enfrentar con agresividad a estas personas; menos recomendable aun es gritarles ya que eso aumenta el descontrol. Junto al desgaste que ello implica, se pierde el objetivo principal que es la extinción del fuego. El capitán Saldías agrega que según sus protocolos, ante el riesgo inminente al personal, se repliegan hasta que se hace presente Carabineros, ojalá con su sección de Fuerzas Especiales. De no haber seguridad real para el personal, nos retiramos hasta que sí haya seguridad.

¿Cómo se interactúa entonces con ellos? Los dos oficiales fueron coincidentes con sus respuestas: integrarlos al trabajo, designarles funciones y hacerlos sentirse parte del trabajo contra el fuego. Así, no es raro ver muchos brazos levantando las armadas de mangueras, siempre atentos a que éstas deben moverse, avanzando o retrocediendo. Las cadenas humanas para sacar latas u otros escombros también dan buenos resultados. Para González, es de vital importancia reconocer a él o los líderes y contactarse con ellos, pues harán valer su condición y ordenaran a su gente.

Otras labores que comúnmente son encargadas a los pobladores son: llevar los pollos hacia los grifos para intentar una alimentación, llevar algunos materiales para entregarlos a los bomberos que combaten el incendio (ganchos, palas o rastrillos, una manguera extra, etc).

Habitantes del sector Las Turbinas trasladan mangueras durante uno de los incendios que asolaron el sector en 2011.

Ante la consulta de la realización de reuniones de coordinación entre Bomberos con las juntas de vecinos u otras organizaciones sociales, ambos oficiales afirman llevar adelante este tipo de contactos. En dichas citas los dirigentes vecinales y sus asociados han recibido detalladas charlas respecto del accionar de Bomberos y de cómo pueden realmente ser útiles a la comunidad ante la ocurrencia de un incendio. Para el caso de La Pincoya, el capitán González reconoce que los dirigentes entienden y tratan de masificar la información recibida, pero la inasistencia y falta de interés de los jóvenes a estas charlas les juega en contra, pues precisamente los muchachos ociosos son los primeros en llegar a un incendio y actúan desenfrenadamente.

¿Y cómo es el accionar policial y el apoyo de éstos hacia Bomberos? Tanto González como Saldías han observado que la policía actúa de manera escalonada, permitiendo que durante los primeros minutos los tumultos sean manejados por los líderes naturales, bajando así de a poco sus revoluciones. Luego de ello, la policía comienza a restringir el acceso a los lugares afectados, permitiendo sólo la presencia de quienes realmente están colaborando. En caso de persistir la exaltación por parte de los pobladores, la policía tiene sus recursos propios para lidiar con eso, desviando, de paso, la atención hacia ellos y desahogando el accionar de Bomberos. En una población es imposible lograr una zona realmente despejada.

Policías intentan controlar a los habitantes del campamento Las Lomas II, quienes entorpecían a Bomberos.

 

Bomberos no saldrá de las poblaciones.

Los sectores populares seguirán siendo lugares riesgosos para el trabajo de Bomberos, pues en muchos casos las agresiones a su personal y el robo de materiales desde los carros bomba obedecen más a acciones delictuales que a reacciones producto del estrés que genera un incendio. No es extraño que al finalizar una emergencia los vecinos que se mostraban iracundos e incontenibles se acerquen a disculparse por sus acciones y terminen agradeciendo la efectiva labor de Bomberos. Pero también es un hecho real que materiales sacados desde carros y bombas no son devueltos y aparecen posteriormente comercializados en ferias callejeras, lo que confirma la acción inescrupulosa de delincuentes infiltrados.

Bomberos debe seguir lidiando con esta realidad, por lo que es vital que quienes ejerzan el mando estén debidamente familiarizados -a lo menos en  conceptos básicos- con el manejo y control de muchedumbres. Si se carece de tales experticias, la moderación en el actuar, la capacidad de escuchar y una adecuada voz de mando, serán variables que permitirán convertir a esos grupos de violentos pobladores en colaboradores para el control de las emergencias.

La ley n° 19.830 en una bien implementada herramienta para que Bomberos la esgrima cuando la cordura ha sido sobrepasada y las acciones violentas y delictuales generen bomberos lesionados, robos de los materiales o impedimentos en el actuar ante una emergencia. Pero la ley no es mágica y para su aplicación se requieren acciones legales decididas por parte de las autoridades institucionales. La aplicación de la ley y los castigos que con ellas se obtengan serán acciones educativas ante la población y claramente disuasivas para aquellos que agreden a Bomberos impunemente. La no presentación de las acciones legales ampara las agresiones, en tanto que el castigo moral no devolverá la salud de un bombero que resulte lesionado tras un cobarde ataque.

Fotos y texto: Álex Valdés A.

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