No es fácil ubicar ni ingresar al campamento Las Turbinas. Su único acceso parte desde el camino Lo Sierra y es una vía muy angosta y de tierra. El campamento no se ve desde las rutas que lo circundan. Sólo la inmensa humareda que se desprendía desde las mediaguas ardiendo guiaba a quienes no conocen el sector.

El asentamiento está surcado por angostos pasajes, los que se hicieron intransitables a la hora de este segundo incendio. Cientos de personas se agolparon hacia la manzana amagada. La mayoría quería ayudar, pero unos cuantos se acercaron con la intención de robar los pocos enseres que eran  arrebatados al fuego.

Las primeras bombas en arribar fueron las de la Octava y Novena compañías. La muchedumbre se abalanzó sobre los carros, bajando a los bomberos a  tirones y sacando mangueras y pitones aun antes de la detención total de las máquinas.  Algunos de estos implementos nunca más serán encontrados. Los efectivos del CBMS armaron líneas de ataque hacia el interior del conjunto de casas que se quemaban, aunque el avance por momentos se hizo lento ante la insistencia de los pobladores de llevar agua hacia donde su desesperación los guiaba.  La histeria  reinaba y nadie era capaz de escuchar las instrucciones dadas por el personal de Bomberos.

El caos era total y muchas personas actuaron de manera irracional. Fueron agredidos los bomberos, los carabineros, la prensa, personal de la Onemi  y de la municipalidad, en general, todo aquel que no formara parte  de la cerrada sociedad que habita en el populoso barrio. Hay que ser valiente para estar ahí, realizando cualquiera de las labores mencionadas.

Tras una hora de intenso trabajo, Bomberos terminó circunscribiendo el incendio y rematando los focos de fuego en el centro de lo que fue una manzana de casas ligeras. Como la autoconstrucción impera, fue difícil realizar los catastros para cuantificar lo destruido. Finalmente se estableció que once  fueron las viviendas consumidas, con un saldo de 41 damnificados.

Ya con los ánimos más calmados, son los propios pobladores los que agradecen la acción de Bomberos. Las mujeres que poco rato antes los habían increpado por una supuesta tardanza en llegar, les ofrecían agua para que se refrescaran.

Así son las poblaciones, con relaciones de amor y odio. La delgada línea que separa ambos sentimientos está demarcada sutilmente en las polvorientas calles del campamento Las Turbinas y el viento que sopla desde el sur la  borra fácilmente.

Fotos y texto: Álex Valdés A.