«Hay que recalcar que no hay persona emocionalmente capaz de soportar esto. Es algo muy fuerte, una situación totalmente atípica, incluso para nosotros», explica el comandante.

-¿Cuál es la dificultad específica de apagar una cárcel?

«Una cárcel es un recinto que está diseñado para que no entre nadie y no salga nadie; por consiguiente, los bomberos tenemos que cumplir con un protocolo de Gendarmería, donde tiene que indicarnos cuáles son los accesos que corresponden. Eso demora bastante»

«Además, en sí ingresar a apagar un incendio en una cárcel es un procedimiento extremadamente complejo; de partida, por la misma conformación de los recintos penales, con rejas, candados. También hay una gran cuota de inseguridad del propio personal, sobre todo cuando el incendio tiene orígenes por riñas y peleas».

-¿Por qué no asiste personal especializado?

«Nuestro equipo está capacitado para situaciones como éstas, concurre el mismo personal que va a cualquier tipo de incendio, con la diferencia de que el Cuerpo de Bomberos tiene procedimiento especiales, que son los denominados ‘llamados reforzados’, con despachos extras de gente y equipo técnico».

-¿Hacen acciones preventivas junto con Gendarmería?

«De modo preventivo, Bomberos realiza actividades con el personal penitenciario para afiatar comportamientos de emergencia. Sin embargo, esto no es muy fácil, porque por razones de seguridad a uno no le pueden pasar un plano de los recintos y dar mayor detalle».

-Muchos bomberos son agredidos en procedimientos. ¿En cárceles sube ese riesgo?

«Uno de los principales problemas de enfrentar cárceles es, justamente, prevenir el factor de riesgo de agresión de parte de los internos. Naturalmente, la gente que está adentro quiere salir, y si hay una emergencia, con mayor razón. Por eso, si el personal penitenciario dice que hay mucho riesgo de ingresar a un lugar, nosotros no lo hacemos. Pero en general los internos, en su mayoría, reconocen en un bombero a una persona que los va a ayudar. Y en ese sentido colaboran, salvo algunas excepciones».

¿Cómo es la «guardia de primera intervención ?»

Entre los bomberos se les conoce como «las Cenicientas», porque a las doce de la noche se les terminan los pololeos, los carretes y las reuniones familiares y deben presentarse en el cuartel. Son los voluntarios que forman la «guardia nocturna«, o la «guardia de primera intervención».

Son voluntarios jóvenes; su promedio de edad va de los 18 a los 25 años, solteros, que cada noche duermen en dependencias de la Compañía, y que son los que, generalmente, deben enfrentar las escenas más crudas y el combate más violento en los incendios de madrugada, como el de la cárcel de San Miguel. Al lado de sus camas está lo que llaman «el mono», una figura que forman con sus botas y el buzo, que les permite, luego de oír la alarma, vestirse rápidamente y estar en 30 segundos arriba del carro-bomba. La velocidad no es menor, no sólo por la respuesta al llamado, sino también porque cada carro sale con cinco voluntarios y el que no llega se queda en el cuartel.

La «guardia de primera intervención» con la que cuenta cada compañía la compone un mínimo de cinco voluntarios por carro. Es obligatoria para los solteros y el alojamiento en el cuartel funciona con un sistema de rotación, según la cantidad de efectivos que tenga la compañía.

Y si bien deben privarse de fiestas, también tienen sus privilegios: la compañía les paga parte de la alimentación y son los primeros en ocupar el equipamiento y uniformes nuevos que llega a cada unidad, porque son sus implementos -dado que se trata de la primera línea de combate- los primeros en desgastarse. Además, hay convenios con gimnasios para mantenerlos en forma, porque -relata un bombero- estar diez minutos luchando contra un incendio es realmente agotador.

(FUENTE: www.Emol.com. Sábado 11 de diciembre de 2010)